No es la mano caballar mano espantamoscas. Es la piel movediza, la piel de caballo mandada a hacer para espantar las moscas. Una piel naturalmente sísmica. Y a veces, el cogote ayuda cuando las moscas se van a la cabeza y zumban en las orejas. Y hay un pajarito navegante de esa piel, acostumbrado desde siempre a ese movimiento de vaivén. Conocí esa piel oscilante al mismo tiempo que la marejada, ese flujo y reflujo de la piel de caballo, asediado por las moscas, acompañados de giros del cuello y rítmicos movimientos de la cola. Nada más natural, parece decir el boyero que, posado en el lomo, acompaña durante largas horas a su compañero de siempre.
de La piel de caballo de Ricardo Zelarayán
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