[…]-¡Oh, no, no es exactamente eso! Ya le he dicho que me cuesta explicarme. Usted me cohíbe. No tome a mal mi parloteo. Debe comprender que, conmigo, no puede enfadarse: estoy sencillamente loco. Aunque por lo demás, puede enfadarse. No me importa. Cuando estoy en mi cuartucho me basta recordar el fru-fru de su vestido, y estoy dispuesto a morderme los puños. Y, ¡por que se enoja conmigo? ¡Porque me declaro su esclavo? ¡Aprovéchese, aprovéchese de mi esclavitud! ¿Sabe usted que un día la mataré? No porque haya dejado de quererla, ni por celos. Sencillamente la mataré porque, a veces, siento deseos de comérmela. Ríase. .. […] ¿Sabe una cosa? Es peligroso pasear conmigo. Con frecuencia siento un deseo irreprimible de pegarle, de desfigurarla, de asfixiarla... ¿Que espera, que no lo haga? Usted me saca de quicio... ¿Cree que temo el escándalo? ¿O su ira? ¡Que me importa a mi su ira! Amo sin esperanzas, y se que si hago lo que le digo, la amaré mil veces más. Y si algún día la mato, también tendré que matarme yo. Pero me matare lo más tarde posible, para poder saborear, sin usted:
este dolor insoportable; y sepa usted algo casi , inconcebible: cada día la amo más, aunque esto sea casi imposible. […]
Fedor Dostoyevski, de El jugador.
Dennis Bovell – Sufferer Sounds (2024)
Hace 1 hora.
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